Luego de la elección del 1o. de julio, hemos visto que desde distintos espacios de la discusión pública se han planteado algunas falsas disyuntivas con respecto al futuro de las izquierdas. En Democracia Deliberada consideramos que la mayoría ellas no sólo son poco útiles para definir el futuro, sino incluso dañinas, pues desvían la atención y los esfuerzos del verdadero debate. Se plantea, por ejemplo, que los simpatizantes de las izquierdas tenemos que, de una vez por todas, excluir y vetar a liderazgos o corrientes y optar de manera indiscutible por alguna de ellas, a pesar de que todas estas expresiones forman parte sustancial de las izquierdas mexicanas.
Este discurso que pretende establecer vetos y excluir grupos es a veces explícito y suele plantear una dicotomía en términos de liderazgos: el de López Obrador versus el de Marcelo Ebrard. Es decir, no logra ver más allá de filias y fobias individuales y olvida que la actividad política está hecha de ideas, agendas, formas y coaliciones. Estas disyuntivas tramposas hacen, una vez más, caso omiso del trabajo colectivo que implican los éxitos y las derrotas. En algunos casos, tal vez de manera más insidiosa, se plantea un dilema abstracto entre una supuestamente deseable “izquierda moderna” o “izquierda liberal” y una indeseable “izquierda trasnochada” o “izquierda populista”. Sin embargo, estos adjetivos nunca son definidos de manera clara y sólo suelen ser usados como etiquetas para excluir o deslegitimar a grupos o corrientes. Es claro que quienes convierten estos adjetivos en muletillas no lo hacen con un afán constructivo, sino que lo hacen como estrategia para apoyar una idealización hueca de las izquierdas que no existe en las disputas reales por el poder y la opinión pública.
Esto no quiere decir que repudiemos el uso de adjetivos para definir a grandes rasgos las características de las izquierdas de las cuales nos sentimos parte y en las que queremos participar. Es sólo que creemos que las izquierdas concretamente deseables, a las que aspiramos, tienen que ser democráticas e incluyentes. Esto quiere decir que las izquierdas no pueden definirse sólo por sus liderazgos. Por el contrario, las izquierdas democráticas reconocen y promueven la coexistencia de varios liderazgos con distintas características y métodos, al mismo tiempo que no se limita a ellos, pues los entiende dentro de amplias coaliciones entre corrientes políticas y de opinión construidas por una multitud de militantes y simpatizantes.
Es en la diversidad y en el respeto a la diferencia que las organizaciones políticas pueden aprender mejor y más rápido de sus errores propios para corregirlos. Si en el 2006 se cometió algún error importante en la coalición de las izquierdas, fue creer que los dilemas planteados por los críticos necesitaban una resolución urgente. No existía ni existe ahora una disyuntiva políticamente relevante en las izquierdas entre legislar y protestar, entre “moderna” y “trasnochada”, o entre “liberal” y “populista”. Los dilemas más importantes son los que plantean los propios dirigentes, militantes y simpatizantes de las izquierdas para usar de manera inteligente lo ganado y corregir errores para lograr que sus causas avancen. Son las reflexiones prácticas las que nos ayudarán a entender el contexto y después los caminos para llevar a buen puerto nuestra ideas, propuestas y aspiraciones.
Hoy sabemos que la coalición de izquierdas en el Congreso de la Unión puede jugar un papel clave en la próxima legislatura. En caso de que tras la calificación de la elección presidencial, las izquierdas sean oposición, estamos ante una oportunidad para que sean una oposición clara y firme que desde el primer día de gobierno se demuestre como una alternativa real frente a quienes tengan el poder. En Democracia Deliberada creemos que para lograr la consolidación de las izquierdas como opción de gobierno a partir de una amplia coalición social, se deben encontrar nuevos mecanismos de organización e inclusión que rebasen la captura burocrática y la personalización del poder. Se deben levantar los vetos, romper los viejos equilibrios e iniciar un proceso de reconstrucción de las formas en las que la ciudadanía participa activamente dentro de los partidos. Esto puede tomar la forma de un frente que tome como base a los tres partidos políticos de izquierda o incluso su unificación en un nuevo partido político. En cualquier caso, tenemos claro que ninguna de estas dos cosas se podrán lograr de manera exitosa sin una mayor apertura política o sin actitudes y hábitos democráticos e incluyentes.
Democracia Deliberada reconoce que el futuro de la izquierda no se encuentra cifrado en las disyuntivas que algunos críticos quieren imponer, sino en la apertura democrática al exterior y la inclusión reglamentada al interior de las fuerzas de izquierda partidista. Esto, trasladado al Congreso de la Unión, debería resultar en una poderosa oposición y no en un cúmulo de fuerzas divididas. Consideraremos como nuestros aliados a aquellos que ayuden en la definición de un proyecto de izquierda claro, coherente, democrático e incluyente. Por el contrario, cualquiera que intente imponer la falsa disyuntiva de una izquierda prístina y otra desechable y que con ello busque promover la división interna, será nuestro adversario político.
Democracia Deliberada
Corriente Política