-Octavo comunicado-
El excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador ha anunciado su separación de los partidos políticos de izquierda y ha lanzado una convocatoria al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) para evaluar la posibilidad de formar un nuevo partido político o continuar siendo una asociación civil. Al tiempo que las asambleas distritales del movimiento se llevan a cabo, distintas voces han planteado su postura. Hay quienes lamentan esta decisión porque piensan que esta separación dividirá a la izquierda, pero también hay quienes consideran que esta decisión es saludable y que representa una buena oportunidad para replantear el futuro de las izquierdas (desde una u otra trinchera). Nosotros coincidimos, en lo general, con esta última posición; pero también sabemos que eso no es suficiente. Creemos que izquierda separada no es sinónimo de izquierda reformada.
Por un lado, MORENA presenta un diagnóstico de la realidad nacional que, en sus aspectos fundamentales, compartimos. En específico, compartimos la crítica que se hace a la forma en que hoy funcionan los partidos políticos existentes. Sin embargo, por otro lado, creemos que los esfuerzos de MORENA estarán concentrados en la construcción de una identidad y organización diferenciada dentro de las izquierdas, lo cual da poco espacio para la deliberación de asuntos políticos y de políticas públicas que se tratan cotidianamente en distintos espacios de toma de decisión. El proceso de construcción de una institución hace más difícil conciliar las diferencias propias de la pluralidad: las pequeñas diferencias pueden tener consecuencias desproporcionadas sobre la organización. Por estas razones, creemos que -bajo las circunstancias presentes- MORENA no es un espacio que tenga las condiciones de pluralidad que requieren los objetivos y las formas que ejercitamos en Democracia Deliberada.
No obstante, a pesar de estar plenamente conscientes de que tenemos diferencias de políticas públicas con MORENA, de hecho no muy diferentes a las que tenemos con el PRD, también sostenemos que MORENA es un movimiento del que reconocemos algunas cosas valiosas que no hemos visto en otras partes de la izquierda: por ejemplo, su combatividad, su vocación polémica y su disposición a sacar las discusiones de los salones cerrados y llevarlas a las plazas públicas. Nos gusta esa forma de hacer política. Quizá por eso no nos sorprende del todo su separación del PRD. De hecho, compartimos varias de las preocupaciones de algunos miembros de las izquierdas que ahora se separan de su viejo partido. En este sentido, a pesar de nuestras diferencias, nuestra posición puede quedar ilustrada con la siguiente analogía: en este momento preferimos ser lopezobradoristas estratégicos en el PRD antes que perredistas programáticos en MORENA.
Reconocemos también que el PRD, institución por la que hemos decidido optar, necesita recuperar su prestigio político y social como un espacio plural que reconoce y da cabida a la amplia diversidad que hay en las izquierdas. Esto no se puede hacer mediante llamados a excluir algunos grupos, o a acudir a una defensa de la moderación que no aclara cómo ayuda eso a promover políticas públicas más igualitarias, que combatan los privilegios, que protejan al débil, que combatan la concentración del poder, o la regresividad del gasto público. Para reformarse, el PRD necesita hacer cambios fundamentales en la forma en que el partido opera cotidianamente así como aclarar sus posiciones políticas y de políticas públicas.
Consideramos que el principal error del PRD y sus dirigentes ha sido el fortalecimiento de procedimientos opacos, cupulares y poco democráticos. Las “corrientes” se han enquistado a tal punto que han convertido al partido en un sistema cerrado de defensa de liderazgos, privilegios y cuotas, uno que no vota cargos ni candidaturas sino que las negocia. Un partido que no se toma el tiempo de pensar y discutir sus posturas políticas por estar entrampado en rencillas palaciegas. Esto también ha implicado su aislamiento de la sociedad y de un electorado que se siente y que podría sentirse mejor representado por las izquierdas –aislado incluso al grado de obstruir legal y políticamente la incorporación de la ciudadanía al propio partido. El PRD es, hoy, un club cerrado con liderazgos fijos. Dieciocho meses de suspensión de afiliaciones son prueba suficiente de la crisis que enfrenta el PRD y de su distancia de la sociedad que supuestamente aspira a representar: ¿cómo se puede justificar así, desde una perspectiva de izquierda, el financiamiento público que recibe el partido?
Por eso, a pesar de que las izquierdas son la segunda fuerza política del país, no debe sorprender que su legitimidad social esté siendo cuestionada desde dentro y desde fuera. Por tanto, creemos que lavarse la cara no va a ser suficiente. Se requiere una cirugía mayor. Deslindarse de las figuras incómodas – de uno u otro lado- tampoco lo será. Para el PRD separarse de MORENA no es sinónimo de “democratización”, igual que para MORENA separarse del PRD no es sinónimo de “pluralidad”. De hecho nos negamos a ver a esta separación como el divorcio entre una izquierda moderna y una trasnochada, de una izquierda buena y una izquierda mala. Más bien la interpretamos como la separación entre un partido cerrado y de cuotas y un movimiento popular que no logra tomar una forma institucional mínima.
Ante la nuevas circunstancias, con una izquierda aún más atomizada y más plural, el PRD debe responder varias preguntas fundamentales: cuál será su rumbo, cuáles sus métodos, qué naturaleza tendrán sus relaciones con otros partidos, organizaciones, gobiernos y entes privados, cuáles sus acciones a corto, mediano y largo plazo para mantenerse como una opción de izquierda competitiva electoralmente. Esperamos que este proceso de reestructuración contribuya a uno de los objetivos que en Democracia Deliberada hemos señalado como indispensable: contar con una izquierda partidista abierta “que construye y sostiene de manera pública posiciones políticas claras y concretas [y que] tome decisiones cuyas consecuencias estén tan claras como sea posible, que las conozcan los ciudadanos y que se lleven a buen fin mediante la acción, supervisión y arbitraje de un Estado fuerte y democrático”.
Democracia Deliberada se pronuncia a favor de una reforma institucional dentro del PRD que devuelva la confianza en la vía partidista. Que abra al PRD a la sociedad, que elimine los dedazos y cuotas de grupo y permita la elección libre y abierta de cargos y candidaturas. Una izquierda partidista que ya no genere grupos de ovación, sino auténticas corrientes de opinión. Una izquierda abierta a las personas que tocan la puerta del partido y tienen ideas y energías para tratar de cambiar las cosas, para tratar de hacerlo mejor que los que ya están arriba.
Pero no nos engañamos. Sabemos a lo que vamos. Por eso los miembros de Democracia Deliberada reafirmamos que si queremos participar en el PRD es porque queremos exigirle más. Debemos zanjar el abismo de su déficit democrático y así combatir el desencanto por la participación política que sólo beneficia a quienes hoy están en el poder. Queremos un PRD deliberadamente democrático.
Por eso declaramos que aquellos que quieran acabar con la pluralidad de las izquierdas, privilegiar consensos forzados sobre la deliberación, buscar la aclamación automática antes que la discusión abierta, o mantener a las izquierdas cerradas a la ciudadanía, serán nuestros adversarios políticos.
Democracia Deliberada
corriente política