–Décimo comunicado-
El Pacto por México es la expresión escrita de las reformas que diversos actores políticos y miembros de la sociedad civil creen que son necesarias para el país. El Pacto contiene buenas ideas y algunas buenas intenciones. Sin embargo, las intenciones no justifican de forma suficiente la firma tripartidista de un documento tan ambicioso, tan amplio y, en ocasiones, tan impreciso; sobre todo, sin que la oposición reciba nada a cambio y sin que se construya una coalición de mutua conveniencia. No celebramos la idea de exaltar consensos frágiles, ni celebramos que la aparente unidad de los tres partidos se considere virtud de nuestra democracia. Consideramos que el Presidente Enrique Peña se equivoca cuando considera que la unidad es la base para construir acuerdos. En Democracia Deliberada creemos que es exactamente al revés. Los acuerdos son la base para construir la unidad. Y para eso, antes de firmar, hay que deliberar.
En Democracia Deliberada consideramos que la precisión del Pacto no consiste en hacer largos listados de cosas deseables, un calendario para completar buenas ideas, hacer referencia a las leyes correspondientes u ofrecer un discurso conciliador. En cambio, consideramos que las claves de los pactos sostenibles se montan no sólo sobre reformas legislativas, sino sobre acciones concretas, políticas públicas bien diseñadas, estrategias de implementación adecuadas y -sobre todo- en un sustento de tipo fiscal de las mismas. El Pacto por México implica un transformación radical del Estado, por lo que es en los detalles presupuestales de corto y mediano plazo en donde se hallan los mejores indicios de la factibilidad del mismo. Este Pacto no presenta estas precisiones debido en buena medida a que para concretarse requiere de una reforma fiscal que los tres partidos firmantes temen, pero deben, discutir. En cambio, el Pacto de la Moncloa, con el que se ha tratado de comparar al Pacto por México, se distinguió por haber tenido como corazón un nuevo pacto fiscal. De ahí que -entre otros motivos- no es posible inferir que el Pacto por México vaya a sostenerse de la misma forma.
Desde la perspectiva de las izquierdas, entendemos que si el PRD hubiese optado por no firmar el Pacto, corría el riesgo de ser expuesto injustamente como un opositor polarizante y paralizante; pero al firmar y festejar el supuesto consenso ahora corre el riesgo de ser criticado justamente por representar a un aliado y no a una alternativa distinta al resto de las fuerzas políticas. Votar a favor de una ley con otro actor político no significa ser su aliado, pero renunciar a discrepar sí lo es. Acordar una o dos reformas de manera conjunta es un buen hábito político, pero comprometerse a noventa y cinco de ellas y no recibir nada a cambio es arriesgarse a dejar de ser oposición sin tampoco ser gobierno. Un pacto de este tamaño suele requerir un pacto adicional de coalición, uno que no existió. Por eso preguntamos, ¿de veras el PRD está de acuerdo con la Gendarmería Nacional o con un Código Penal Único que probablemente excluiría la despenalización del aborto en el texto final?
La deliberación pública sobre el contenido de las agendas legislativas de los partidos permite a los ciudadanos identificar las prioridades y preferencias de sus representantes. Pero, por su naturaleza consensual (que tanto se festeja) y por la amplitud de temas que trata, la firma del Pacto es un ejercicio totalizante que descalifica implícitamente el debate, la diferencia y la deliberación característicos (y necesarios) de un sistema democrático. Desdibuja a la oposición y deja al electorado huérfano de posiciones que discutir y opciones políticas que premiar y castigar. La deliberación pública sobre el contenido de las agendas legislativas de los partidos permite a los ciudadanos identificar las prioridades y preferencias de sus representantes. El pacto puede convertirse en un mecanismo de bullying político, peligroso en una situación donde los supuestos aliados no conocen los detalles de las políticas públicas que el partido gobernante tendrá mano en diseñar, presentar y cabildear de manera arrolladora.
El disenso, la deliberación y el debate son ingredientes fundamentales en un sistema democrático y en Democracia Deliberada siempre los celebraremos entusiastas. Justamente por eso no celebramos ahora. Celebraremos cuando las izquierdas manifiesten pública y argumentadamente su posición sobre los particulares legales y de política pública bosquejados en el pacto, así como los detalles de su implementación (en términos de financiamiento y operación). Celebraremos cuando la izquierda fomente la discusión y la confrontación de ideas concretas; cuando no tenga miedo a disentir con argumentos deliberados. Mientras que para la mayoría de las fuerzas políticas las razones de la alegría se cifran en nociones como el consenso o la “unidad nacional”, nosotros entendemos que la esperanza democrática reside en pensar los detalles, discutirlos de manera adversarial, para luego llevarlos a buen fin. A pesar de que varios miembros de nuestra corriente tienen vocaciones técnicas y académicas, jamás desearíamos que la técnica guíe a la política, más bien queremos que la política construya un contexto donde se premien las ideas y se discutan los detalles.
Por todo lo anterior creemos que aquellos que privilegian la aparente necesidad de consensos superficiales sobre la necesidad de mantener una oposición clara, diferenciada, elocuente y argumentada no comparten nuestra noción de democracia deliberativa. Por eso declaramos que quienes pretendan utilizar al “Pacto por México” como un instrumento para debilitar a la oposición o para evitar la deliberación, serán nuestros adversarios políticos.
Democracia Deliberada
Corriente política