Un problema llamado Cuauhtémoc

Qué bien nos cae Cuauhtémoc Cárdenas, pero qué daño nos puede hacer. No él, sino el hecho de que su candidatura sea una mala respuesta a problemas muy hondos.

El PRD está reunido en estos momentos para sostener su Congreso Nacional de 2013. En preparación para este evento, Democracia Deliberada invitó a dialogar a los tres candidatos que pretenden dirigir el PRD: Marcelo Ebrard, Carlos Navarrete y Carlos Sotelo. Preguntamos y discutimos sus planes de campaña, sus agendas, sus métodos para ganar la elección, sus planes para reformar los estatutos y la línea política. Muchas respuestas fueron vagas, algunas más precisas, pocas trascendentes. Encontramos, de nuevo, un partido de grupos cerrados, con poca agenda, poco ambicioso en el sentido electoral y acomodado en lo presupuestal.

 ¿Qué le va a decir a la sociedad? ¿Qué tiene planeado hacer por los más pobres, los débiles o los oprimidos? ¿Cómo piensa reclutar mejores cuadros? ¿Cómo piensa fortalecer los (actualmente nulos) derechos de los militantes perredistas? ¿Cómo piensa ganar las elecciones? ¿Cómo va a superar a los adversarios externos? ¿Cómo piensa gobernar? ¿Cómo piensa dejar de solapar la corrupción interna que, entre otras cosas, lo diluye como opción de cambio real? ¿Qué papel tendrán los jóvenes en el partido? ¿Qué políticas públicas va a impulsar? ¿Cómo va a gobernar mejor en Morelos, en el DF, en Oaxaca, en Tabasco? Nuestras preguntas eran grandes y ambiciosas, muy apropiadas para un partido que aspira representar a millones de ciudadanos mexicanos y llevar a buen fin una agenda de proyectos e iniciativas concretas.

Las respuestas de nuestros invitados fueron pesimistas, poco claras, sombrías. Un diagnóstico común: las corrientes tienen al Partido atado de manos, éste es un partido donde se negocian cuotas pero donde no se deliberan ideas o posiciones, el partido no es transparente, el dinero y los gastos jamás se justifican o casi nunca se reportan, los órganos no son autónomos, los puestos no van a los mejores. Además, a ninguno de los candidatos parecía inquietarle una de nuestras preocupaciones centrales: la relación con los ciudadanos, la apertura a la participación libre y no corporativa, la defensa de los derechos de los militantes en un partido cupular y cerrado.

 “El partido no tiene salvación”, esa era la conclusión implícita de unos y muy explícita de otros. En Democracia Deliberada nos negamos a pensar así: creemos en la posibilidad de otro PRD, pero sabemos que eso depende de que cambien los comportamientos, se rompan los equilibrios actuales y se construyan nuevos, donde algunos perderán poder y muchos otros (OJALÁ LOS MILITANTES) lo ganarán. Se necesita un PRD de reglas e instituciones democráticas, no de acuerdos informales. En síntesis, un partido donde, contrario a lo que ha sucedido hasta ahora, los estatutos sean la regla de orden y no un instrumento formal superado por los acuerdos cupulares. Un nuevo equilibrio necesita sacrificios y creemos que deben hacerse si el PRD quiere dejar de ser un Partido administrador de derrotas y defensor de pequeños logros.

 Así como se argumentó que el Pacto por México fue tan sencillo de llenar de contenido porque los problemas del país ya estaban sobrediagnosticados, lo mismo se puede decir del PRD. Sus problemas ya están por demás diagnosticados, todos los conocen y todos creen que no se puede continuar así. Pero, contrario al Pacto por México que se debilita día a día, el Pacto por el PRD debe nacer fuerte y permanecer en el tiempo.

 Ninguno de los candidatos piensa que los militantes y los ciudadanos sean el centro de la vida del partido. Consideran que el equilibrio actual dentro del partido es el único posible y no están dispuestos a ir más allá. Por el contrario, se encuentran inmersos en la lógica de cómo repartirse posiciones e influencia dentro del Partido, en lugar de reconocer el talento y la militancia comprometida, el Partido premia la obediencia al acuerdo cupular, e incluso a candidatos que no surgen de sus filas.

 El problema no es que su diagnóstico sea pesimista; de hecho, lo compartimos en muchos puntos: el problema es que sus propuestas no dan respuesta a ese diagnóstico. Las soluciones de los tres candidatos son creer que su voluntad personal alcanza para resolverlo todo una vez que llegasen a la presidencia del partido.

 Nos parece que este diagnóstico y solución es de cortas miras. Consideramos que la crisis que enfrenta el PRD necesita de candidatos y propuestas más ambiciosas. En este mismo sentido, consideramos que la otra opción que se pone sobre la mesa, la de traer de vuelta a Cuauhtémoc Cárdenas, tampoco es la solución: es una mascarada, y las mascaradas ocultan los problemas mientras éstos empeoran. Incluso si, frente a la mediocridad de los demás candidatos, el Ingeniero es la mejor opción, no es suficiente: es una solución para mantener la unidad de aquí al 2015, ¿Y después? Si la apuesta del Partido es de ese tamaño, entonces, ¿dónde queda el 2018, el 2024, el cambiar al país, el ganar y redirigir el Estado para ayudar a los que más lo necesitan? Todo eso parece tenerles sin cuidado.

 El problema con el PRD, es ser un partido sin un programa claro de política pública, un partido que sólo se dedica a repartir presupuesto público. Se requiere una identidad más nítida basada en políticas públicas y batallas identificables. El PRD es un partido que no está abierto a los ciudadanos y parece que la única idea para hacerlo es invitando a los “notables”, por lo que carece de procesos más democráticos y transparentes de votación, selección de candidatos, entre otros. En este sentido, se requiere que las corrientes pierdan peso frente a los militantes. Que el partido transparente el gasto y rinda cuentas. Que tenga órganos autónomos no cooptados por las corrientes. Que se base en reclutar, más y mejor, y no en el nepotismo para ocupar cargos en el partido o candidaturas de elección. El PRD necesita crecer geográficamente. Si nadie vota por el PRD en Querétaro, por ejemplo, nunca vamos a ganar la Presidencia.

 En suma, de seguir así, el PRD no puede ser considerado un verdadero partido político como entidad de interés público, sino como un club cerrado destinado a seguir perdiendo espacios y relevancia a nivel nacional.

 No renovarse es seguir arriesgando la legitimidad del partido y sus objetivos primarios, la poca credibilidad que le resta a la democracia y permitir que ésta siga regida por la derecha y por el PRI. La creciente falta de legitimidad de la democracia mexicana es en parte culpa del PRD, y es nuestra culpa como miembros del PRD.  El partido está secuestrado por sus corrientes y por las reglas informales bajo las cuales operan, por las agendas que prefieren no empujar, por los acomodos que prefieren mantener para no tener que arriesgar sus espacios de poder.

 El Congreso Nacional decidirá: 1) un cambio estatutario para que se puedan reelegir expresidentes del partido, lo cual refuerza el statu quo; y 2) se va a discutir si los militantes pueden definir a su Presidente o si, otra vez, es mejor hacer una encuesta. Lo primero, permite que sea la corriente dominante la que acapare la dirigencia, rotando a sus miembros. Lo segundo, la vía de las encuestas (o la vía Cuauhtémoc), por más bien intencionados que sean, lo que hacen es sepultar discusiones, maquillar problemas y echar bajo la alfombra las reglas que tienen atrapado al partido. Creemos que es un error volver a apostar por encuestas para evitar conflictos el día de la votación y creemos que es una falsa estrategia de “abrir el partido a la sociedad”.  Algo similar ocurre con la apuesta por abrir candidaturas a ciudadanos no militantes como línea política, mientras en los estatutos se intenta restringir más la formación de corrientes de opinión. Abrir el partido es hacer que más ciudadanos militen, y que sus militantes (los que eligen participar por esta vía) cuenten y tengan derechos, no que se diluyan aún más.

 La “alternativa” que representa Cuauhtémoc (explícita o no) permite una posición más crítica frente a la reforma energética y que podría parecer una buena apuesta, consideramos que es necesario preguntarse, ¿es la mejor o es la única vía para transformar al partido y ser oposición? En Democracia Deliberada pensamos que no es la única manera de aparecer públicamente como oposición al gobierno ni tampoco la mejor manera de mantener unido al PRD, quizá existe otra más duradera: construir un partido más democrático y grande que hable de lo que no se habla en el gobierno; es decir que combata y delibere,  en lugar de uno que sólo resista y reaccione.

 En este contexto nos presentamos al Congreso Nacional, con doce batallas de política pública que defendemos y con una clara apuesta a reivindicar una militancia libre y partícipe; una militancia que elige, influye y modifica al partido y no una que sólo es tomada en cuenta como número. Quienes insistan en despreciar a la militancia, evadir discusiones urgentes del partido, privilegiar una cortoplacista visión electoral, y preservar la realidad de la frase “acuerdo mata estatutos”, serán nuestros adversarios políticos. Seguro que el Ingeniero estaría de acuerdo con nosotros.

Democracia ya, Patria para todos

Democracia Deliberada

Agrupación política del PRD

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