¡Arriba el salario!

-Vigésimo octavo comunicado-

Hoy más que nunca, creemos que es necesario apoyar un aumento sustancial al salario mínimo en México. En comparación con otros indicadores económicos, el salario mínimo NO se ha visto beneficiado por el magro crecimiento económico (y en algunos casos tampoco por el aumento en la productividad de algunos sectores) en los últimos treinta años. Desde 1982 a la fecha, el valor del salario mínimo (y el salario promedio en general) ha atravesado por un largo periodo de contracción, correspondiente con la crisis de los ochenta y la crisis del 95, y un largo periodo de estancamiento, que va del 2000 a la fecha.

Los resultados trágicos están a la vista, sobre todo para los de más abajo. Casi la mitad de los mexicanos y mexicanas vive en situación de pobreza, casi 10% lo hace en situación de pobreza extrema y alrededor de dos terceras partes son vulnerables por alguna carencia social. Y de acuerdo a los datos del CONEVAL, el salario que reciben los y las trabajadoras ha perdido la capacidad para siquiera mantenerlos por encima de la situación de pobreza.

Pero discutamos los detalles ¿cuántas personas ganan el mínimo? Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) alrededor de 700 mil trabajadores ganan el salario mínimo por una jornada de 8 horas. Aunque esta cifra parece pequeña, es importante enunciar tres hechos.

Primero, que esta cifra era de alrededor de 380 mil en 2009, lo que indica que la población que gana el mínimo se ha incrementado alrededor del 60% en apenas un lustro.

Segundo, aunque la cifra sea pequeña, las personas que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos representan el 35% de toda la población trabajadora (y es casi imposible saber cuántos están más cerca de un SM que de dos).

Y tercero, la población que gana el mínimo se concentra en los estados más pobres de la república.

Ante esa situación, es necesario cuestionar a fondo aquellas políticas públicas e instituciones que han promovido o ignorado este comportamiento del salario mínimo.

Ahora bien, ante los reclamos justificados por parte de los trabajadores, quienes demandan un alza en dicho salario, más de un comentarista económico ha respondido en contra utilizando argumentos bien aprendidos de los libros de texto, pero poco analizados. No han tenido el cuidado para reflexionar apropiadamente si dichos argumentos son relevantes para el caso mexicano.

Para los opositores a las demandas de los trabajadores, subir el salario mínimo implicaría:

  1. Un incremento en la tasa de desempleo.
  2. Mayores tasas de inflación y en consecuencia, menores salarios reales.
  3. Encarecer todos los pagos en donde participa el gobierno y cuyos montos están indexados al salario mínimo
  4. No beneficiar a nadie, pues es una minoría no representativa la que recibe el salario mínimo.
  5. Simular por decreto un incremento en los salarios, cuando éstos deben representar en todo caso un incremento en la productividad.
  6. Incrementar la informalidad.

Vale la pena revisar cada uno de estos argumentos. Empecemos por decir que algunos de ellos son contradictorios. Por ejemplo, si casi nadie gana el mínimo, entonces  ¿por qué se espera que subir el salario generaría mucho desempleo en México, si apenas habría pocos a quién despedir? En todo caso, evitaría la contratación de nuevos empleados.

De hecho, los escasos estudios que se han hecho en México del salario mínimo muestran que, dado que precisamente muy pocas personas ganan el mínimo, subirlo no provocará un incremento generalizado en los costos de las empresas. Esto implica que ese incremento en costos no se trasladará a los precios finales y tampoco llevará a una parte relevante de las empresas a reducir su plantilla laboral o a contratar informalmente a una mayor cantidad de trabajadores. Como mencionamos anteriormente, la población que gana el mínimo es pobre y se concentra en estados marginados, subir el mínimo sería beneficiar solamente a los más pobres de los pobres. Y los costos esperables para los empleadores sería muy pequeño.

Por otro lado, señalar que NO se debe subir el salario mínimo porque buena parte de los pagos relacionados con el gobierno se encuentran referenciados a él, es ignorar convenientemente la solución más obvia para este tema: desvincular al salario mínimo de dichos pagos. En lugar de utilizar como unidad de cuenta al salario mínimo, cuyo fin es enteramente otro, debería de utilizarse otra unidad de contabilidad cuya razón de ser sí fuera precisamente la de establecer cantidades de pagos y multas. Mantener deprimido al salario mínimo en términos reales por razones burocráticas es un sinsentido cruel, especialmente si su alza puede mejorar la calidad de vida de una parte vulnerable de la población del país.

El siguiente argumento de los opositores a esta iniciativa es subrayar la importancia de que alzas en salario correspondan a alzas en productividad. Si bien es cierto que un incremento en la productividad del trabajo puede llevar a un incremento en los salarios, esto no necesariamente ocurre en la realidad (y ese es precisamente el caso mexicano en varios de los sectores económicos). Y ésto ocurre porque los salarios también dependen de factores institucionales y políticos, ajenos a la esfera de la producción. Eso es lo que ha ocurrido ante la debacle del movimiento obrero: la productividad ha seguido aumentando, pero los trabajadores han sido incapaces de incrementar sus salarios. Por ejemplo, en la industria manufacturera la productividad laboral se ha incrementado 14.9% de 2009 a la fecha, en tanto que las remuneraciones cayeron 2.1%. Y aún si se considera el mero argumento técnico, vale la pena recordar que la productividad de los trabajadores no sólo depende de su esfuerzo, sino que depende en buena parte de la maquinaria y tecnología que tenga a su disposición. El mejor ejemplo de ello es que un trabajador mexicano con el mismo nivel educativo es más productivo en Estados Unidos que en México.

En consecuencia de todo lo anterior, nos hemos preguntado a nosotros mismos ¿para qué sirve incrementar el salario mínimo si formalmente apenas lo gana una minoría? La respuesta es que además de beneficiar a esa minoría, permitiría incrementar la capacidad de negociación de otros trabajadores, lo que implicaría que tras lustros de ver reducida su capacidad de compra, por fin podrían comenzar a incrementarla de la misma forma en que se ha incrementado su productividad.

Los opositores al incremento también han señalado que en los últimos años el crecimiento nominal del salario mínimo ha ido a la par de las tasas de inflación general en la economía, por lo que el poder de compra del salario mínimo ya no ha caído. Sin embargo, la canasta de consumo relevante para la población de menores ingresos no es la canasta del INPC general, sino la canasta básica. El INPC general ha crecido desde enero de 1995 a la fecha 451.5%, mientras que los precios de la canasta básica lo hicieron en 504.2%, una diferencia de más de 50 puntos porcentuales.

Y es necesario recordarles a los opositores a la medida que la pérdida en el poder adquisitivo de los trabajadores se remonta a antes del 2000. De hecho, desde 1995, el salario mínimo tan sólo ha crecido en 311.8%, 192.4% menos que la canasta básica. Por poner en contexto, el salario mínimo actual es de 67.29 pesos, debería de ser de 98.72 pesos, tan sólo para mantener el nivel de vida que tenía la población urbana de 1995; nivel que de por sí ya era menor al de esa población en 1981.

En Democracia Deliberada consideramos que NO sólo es necesario modificar sustancialmente el monto actual del salario mínimo, también es necesario modificar el mecanismo de determinación del monto de dicho salario, mecanismo que nos ha fallado durante tantos años.

Por todo lo anterior proponemos que un primer y mínimo paso para detener la caída en el poder de compra de quienes ganan el salario mínimo es ajustar su crecimiento al de la canasta básica. De igual forma, proponemos como urgente repensar el rol de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, ya que su esquema tripartita ha resultado un fracaso para la defensa de la capacidad adquisitiva de los trabajadores. En buena medida ello se debe a la falta de transparencia en los criterios con los que se determina el incremento en el salario mínimo.

Creemos que la Comisión debe rediseñarse por completo, una buena medida podía ser que el salario mínimo se revise cada año y los cambios sean aprobados por el poder legislativo (con una regla para que por lo menos se incremente en la misma proporción que la canasta básica). Con este mecanismo, las decisiones de no hacer nada por el salario mínimo por lo menos tendrán un costo político sobre los partidos que decidan mejorar o empeorar la situación de los trabajadores.

Quien crea que la determinación del salario mínimo es sólo una decisión técnica se equivoca e ignora cómo funciona el mecanismo en muchos países, incluído en los Congresos estatales de Estados Unidos. Para hacer el salario mínimo un mandato vinculante que en efecto ayude a los más pobres (y no sólo sea un indicador sin consecuencias sociales) la batalla es tan técnica como política. Es una batalla por la distribución de los beneficios del crecimiento y de la productividad. Y qué mejor lugar para darle esa dimensión al tema que incluir al Congreso de la Unión, esperando así convertir el salario en un tema de campaña.

Por último, contrario a nuestros opositores, en Democracia Deliberada creemos que subir el salario mínimo tendrá beneficios económicos generales, ya que los trabajadores tendrán mayor poder adquisitivo, que en circunstancias donde se operan por debajo del óptimo de producción se producirá un incremento en la actividad económica por la vía de la demanda.

Además de los argumentos anteriores, creemos también que subir el salario mínimo es un tema de justicia social para los trabajadores mexicanos que han sufrido durante décadas la pérdidas de su poder adquisitivo. Esta es una reivindicación desde la izquierda, para fortalecer y reconocer la lucha de 40 millones de trabajadoras y trabajadores que con su trabajo hacen crecer este país. Queremos mostrarles que no están solos a merced de los grupos y de los individuos que hoy capturan los beneficios del crecimiento y la productividad. Por eso declaramos que todos aquellos que se niegan a debatir el tema, que no justifican su posición con argumentos claros sino con prejuicios, y que descalifican el salario mínimo como inconsecuente, serán nuestros adversarios políticos.

¡Arriba el salario mínimo!

Democracia Deliberada
Corriente política del PRD

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