De impuestos y salarios: respuesta al equipo de Zavala

Publicado en Animal Político.

Estimada Margarita, estimado Demian,

Nos alegramos de la disposición a debatir las propuestas que, aunque tengamos diferencias sobre ellas, no dejan de ser importantes e interesantes. Sobre todo por sus grandes implicaciones. Por eso, tras leer sus argumentos, consideramos útil responder brevemente lo siguiente:

1. Celebramos que se hayan sumado al conjunto de organizaciones y movimientos que apoyamos un alza sustancial al salario mínimo, y esperamos que lo hagan otras más. Compartimos que actualizar el salario por lo que se ha depreciado en los últimos años es parte fundamental de apoyar a familias vulnerables, combatir la desigualdad y abrir oportunidades para potencialmente agilizar el mercado interno. Coincidimos en que es central y prioritario. Y la discusión ya debe centrarse en algo que no es menor: el monto del alza. Las propuestas de otros grupos como la COPARMEX dicen buscar elevarlo a 96 pesos diarios.  La CONASAMI, como es su costumbre, se pronunciará por algo menor que eso. Nosotros creemos que hay espacio para un alza mayor. Eso requiere una aproximación más técnica, pero en términos generales, sostenemos que el salario de una persona trabajadora no sólo debe ser suficiente para levantar a esa persona por encima de la línea de bienestar de CONEVAL, sino ser suficiente para que esa persona pueda también levantar a sus dependientes (sus descendientes) por encima de la línea de la pobreza. Sin esa consideración, los hogares de las personas trabajadoras seguirán precarizados a pesar del alza.

De nuevo, les invitamos a que ponderen ese argumento y a que también consideren seriamente algunos otros mecanismos con mayor posibilidad de impacto en los estratos intermedios (los que ganan varios salarios mínimos al mes). Ejemplo: los mecanismos de negociación colectiva obrero-patronales y el combate al charrismo sindical.

2. Sobre el tema de la informalidad tenemos un desacuerdo. Ustedes dicen que bajar el ISR a ese sector intermedio de la población podría: a) disminuir la tasa de informalidad y b) facilitar que los empleadores creen más empleos formales de los que existen hoy. Nosotros creemos que es posible que esto no ocurra así. La evidencia empírica señala que menores impuestos no generan una reducción en la informalidad, sólo modifican su composición interna. Con ello nos referimos a que los cambios impositivos modifican los incentivos no sólo entre ser formal o informal, sino, particularmente, sobre el tipo de informalidad en el que se encuentra la persona. No es claro, por ejemplo, que la reducción en impuestos lleve a que se creen más plazas formales, cuando bien puede ser que eso haga más atractivas las ofertas con un salario por debajo del límite, sin cobertura en seguridad social pero que faciliten el acceso a mecanismos como el Seguro Popular.

3. Sobre la última reforma fiscal es donde tenemos nuestra mayor discrepancia. Por más que nos cueste aceptarlo, creemos que la reforma fiscal implementada en el sexenio de EPN, de hecho, es una de las poquísimas reformas progresivas en la historia reciente. Dejó al país con un saldo ligeramente a favor de los de abajo y haciendo que los contribuyentes más ricos aportaran un poco más. Esto es necesario en un país como México, el cual tiene amplias desigualdades socioeconómicas, en particular, en el ingreso.

Por otro lado, entendemos y compartimos la grave preocupación por lo mal que se gasta el dinero público y por la rampante corrupción que generalmente captura y se apropia de ese gasto que termina por ayudar a los de siempre, a los de arriba. Justo por eso creemos que lo que hay que priorizar, lo que importa más y puede cambiar más vidas es justamente mejorar eso: el gasto. El fisco tiene un problema de ingresos, pero el país entero tiene un problema muy profundo con su gasto. Un mal gasto que después de ser ejercido no tiene mayores efectos en redistribución del ingreso, ni mejora los pésimos servicios públicos que deberían ser para todos. Es un asunto que debe atenderse. Pero no se trata de reducir el gasto corriente adelgazando al Estado, sino de mejorar la calidad de la utilización de su presupuesto. Margarita, Demian, para eliminar la corrupción del Estado no hay que deshacerse del Estado, hay que deshacerse de la corrupción.

Finalmente, a riesgo de arder envueltos en llamas, queremos recordarles algo en lo que el Papa Francisco insistió hace apenas unos días porque es interesante y viene muy bien al caso. En una de sus bendiciones dominicales en la Basílica de San Pedro, el Papa dijo que “contraponer a Dios y a César es una actitud fundamentalista”. Francisco explicó que “al restituir al emperador lo que le pertenece, Jesús declara que pagar el impuesto no es un acto de idolatría, sino un acto debido a la autoridad terrenal” y que, por tanto, “es justo sentirse ciudadanos de un Estado”. Nos dio gusto escuchar que en eso el Papa está de acuerdo con nosotros, aunque nosotros no siempre lo estemos con el Papa.

Los impuestos en general (y el ISR en particular) están en el corazón filosófico y práctico de nuestro pacto político, de nuestro contrato social. Es parte central de ese acto justo que implica sentirse ciudadano de un Estado, así como ser parte de su democracia y exigir cuentas. A nadie, a menos que signifique arrancarle el alimento de la boca (que no son pocos), debe condonársele el pago total de su deber fiscal con el resto de la comunidad. Quienes podamos debemos pagar, eso sí, conforme a nuestras posibilidades. Se podrán alzar o reducir tasas, pero cancelar jamás. Sin un Estado en el que todos tengan intereses implicados, los más débiles no tendrán Estado que los defienda.

No se trata de animar a los ciudadanos a cortarle financiamiento a un Estado corrupto hasta que mejore; se trata de hacer que mejore y punto. Que las voluntades se pongan en el Estado para limpiarlo y hacer que recupere el rumbo, para asegurar que le devuelva esos tributos que recoge a quienes más los necesitan. Sólo así encontraremos en el Estado un aliado, no sólo de la libertad, sino también de la igualdad, tan ausente y tan necesaria en nuestra democracia. Ésa es la comunidad mexicana en la que queremos vivir.

Les deseamos suerte en la vía independiente pero, sobre todo, suerte democratizando al PAN.

 

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