Publicado en Animal Político.
En Democracia Deliberada leímos con atención la respuesta del IMCO a nuestra crítica a su iniciativa sobre cómo disminuir la desigualdad salarial. Dicha respuesta, que agradecemos, aunque informada, tiene diversos errores que estamos obligados a responder.
Si bien estamos de acuerdo con que los ingresos han aumentado, la rendición de cuentas empeorado, la deuda ha crecido y la inversión en infraestructura decaído, no entendemos porqué el IMCO confunde las relaciones entre recaudación, gasto público, sostenibilidad fiscal, evasión fiscal y rendición de cuentas. Pero igual de importante —y tal vez más revelador— es que no considere los efectos distributivos de sus propuestas o que, en todo caso, los considere de forma equivocada. Su propuesta, que dicen que disminuiría la desigualdad, tiene todos los elementos para aumentarla. La desigualdad es uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo y sus implicaciones no son triviales. Los costos de exacerbar la desigualdad no sólo son de crecimiento económico sostenible, sino que también impactan adversamente sobre la cohesión social y la estabilidad política de las sociedades. Es peligroso e irresponsable no pensar en dichas consecuencias.
Vamos por partes:
1. En su respuesta no queda claro que el IMCO tenga una propuesta fiscal sostenible de cómo sustituir la reducción de ingresos que la exención de impuestos de su propuesta provocaría. Aunque quieran, no pueden darle la vuelta a la sostenibilidad fiscal de largo plazo del país. Como señala el IMCO, se ha incrementado la deuda gubernamental y aún no está resuelto el tema de las pensiones. México está aún muy por debajo en términos de recaudación de impuestos sobre el ingreso (3.37% del PIB) en comparación al promedio de los países de la OCDE (8.42% del PIB). Entendemos que se les hace más fácil la comparación con el resto de América Latina, pero justamente son países que tienen problemas parecidos al nuestro, y que si queremos resolver necesitamos un estándar más alto, no uno igual o más bajo.
Y sí, la política fiscal y el gasto público son poderosas herramientas redistributivas, pero no en forma de menores impuestos y menor gasto. Son justo los impuesto más altos, junto con las transferencias a los trabajadores, los que disminuyen la desigualdad. En los países de la OCDE la política fiscal reduce hasta en 16 puntos porcentuales el coeficiente de Gini, mientras que en México difícilmente llega a 3.5 puntos porcentuales.
Fuente: OCDE
2. El IMCO cita muy buenos casos de corrupción y mal gasto. Compartimos la preocupación por los Duartes y el gasto en publicidad oficial. Si en realidad hay una preocupación por la rendición de cuentas, la atención debería estar en cómo gasta el gobierno (o en cómo SHCP condona 15 mil millones de pesos anuales a grandes empresas). De ahí dan un salto, gigantesco y sin mayor justificación, al decir que no se se necesita recaudar más. En un país donde la mitad de la población vive en pobreza, donde hace falta tanta infraestructura, donde la cobertura de salud está incompleta y de mala calidad, decir que no se debe recaudar más es decir que no importa que las cosas se queden como están.
Imaginábamos que sobraba decirlo pero una cosa son los ingresos y otra los gastos, por mala que sea la rendición de cuentas. Sin duda se requiere gastar mejor y eliminar la corrupción, pero ahí está el salto argumentativo que no logran justificar: el gasto no mejora simplemente por reducir la recaudación.
Les preguntamos, ¿dónde está la evidencia de que en algún lugar del mundo una reducción de la recaudación haya resultado en un mejor gasto? Si esta idea fuera cierta, los países que más recaudan serían los peores en gastar, y los que menos recaudan serían los mejores. Si fuese así, según el IMCO, México, el país que menos impuestos recauda de la OCDE, sería el que mejor los gasta. Aunque no es así. Resulta que países que recaudan mucho también lo gastan bien. Por esa misma razón, no queda claro por qué recaudar mejor es lo que llaman: “un exceso de recaudación”. No entendemos cómo calculan ese “exceso” (vaya innovación conceptual), pero si ese fuera el caso, casi que cualquier país del hemisferio norte estaría “excedido en recaudación”.
3. Como ya le respondimos a Margarita Zavala y a su equipo, exentar impuestos (especialmente el ISR) deshace el pacto social entre los mexicanos porque rompe el vínculo de corresponsabilidad que establecen los impuestos entre la ciudadanía y el Estado. Es por ello, que el pago de impuestos establece una relación de exigencia de los ciudadanos hacia el Estado que, esa sí, podría contribuir a mejorar el gasto. Agujerar esa relación, con supuestos beneficios al ingreso individual, podría tener el efecto opuesto. La relación entre la ciudadanía y el Estado, es una relación colectiva. No son sólo beneficios individuales los que se reciben del Estado, también colectivos, beneficios a los que todos los que podemos deberíamos contribuir.
4 . Tal vez lo más revelador de la respuesta es que sostienen que el cobro de impuestos que en DD defendemos se hace “a costa de incrementar los costos laborales a los trabajadores formales” (sic). Es revelador porque el “costo laboral” sólo existe desde la óptica empresarial, no de los trabajadores y menos cuando el mecanismo empleado es el de deprimir los salarios a costa de no tocar los márgenes de ganancia. En este sentido asumen que el incremento del ISR a los deciles más altos es igual a una reducción a los ingresos de los trabajadores, cuando afectaría en realidad a los tres deciles más altos de la distribución que concentran el 63 por ciento del ingreso nacional y a ese 1 por ciento que concentra el 21 por ciento de la riqueza nacional. Mientras que, los trabajadores que ganan hasta tres salarios mínimos reciben un subsidio al empleo que sirve de contrapeso para no causar ISR.
Por otro lado hace falta recordar que el salario, las prestaciones de seguridad social y otras, son derechos obtenidos al ofrecer su fuerza de trabajo para el proceso productivo. Para ponerlo de una forma más sencilla: los trabajadores no cuestan, reciben lo que se han ganado, aunque en México no siempre ganen lo que merecerían. Ahí se encuentra una de las claves, aunque no la única, de nuestra propuesta para subir el salario mínimo. Esto sin olvidar que aunque la productividad laboral haya aumentado con los años, los salarios que reflejan el trabajo de los mexicanos sigue sin reflejar ese aumento. Y no se trata de alzar los salarios por “decreto”, como dicen, sino de aceptar que su alza justa no solo depende del mercado, sino que también es producto de negociaciones colectivas tanto en China, Chile, Alemania o en Estados Unidos.
El IMCO insiste en que los impuestos incrementan los “costos laborales a los trabajadores formales” —lo que nosotros llamamos derechos— porque sostienen que disminuyen la competitividad de las empresas en México. Lo que parecen no haber aprendido es que la competitividad que vale la pena, la de largo plazo, poco tiene que ver con bajar el costo de la nómina (China o Alemania lo saben bien) y tampoco de cuánto impuesto se le cobra al trabajador. Los países exitosos en el siglo XX entendieron que la competitividad estriba en la buena calidad, la innovación, y en la productividad total de los factores. No en la mano de obra barata por sí sola.
Supondríamos que el IMCO tiene una idea de competitividad más sofisticada que simplemente asumir que el precio de la mano de obra lo determina todos los demás factores. Sin embargo, decirlo sería una aceptación tácita de que no están dispuestos a que el ingreso de los trabajadores en México incremente. Sus razones las podemos debatir en otra ocasión, pero que por ahora baste decir lo que se va haciendo obvio: su propuesta es en favor de los empresarios y no en favor de los trabajadores.
5. Entendemos que la comparación que hicimos entre su propuesta y el discurso económico de Donald Trump hizo mella. Es verdad que hay razones para que a cualquiera le ofenda esa comparación. Sin embargo, no la hicimos sin razón. Como ya argumentamos, la propuesta del IMCO está dirigida primordialmente a beneficiar a los empresarios, aunque sostengan que es para beneficiar a los trabajadores (e incluso el impacto que tendría en el ingreso, sólo sería sobre los deciles 8 y 9). Es en este sentido que su discurso se parece al de una de las alas del partido conservador estadounidense: llevan décadas engañando al público con propuestas económicas que parten del supuesto de que exentar de su contribución fiscal de los más ricos, beneficia a todos. Su propuesta en eso es parecida: pretenden convencer a la ciudadanía de que al exentar impuestos, automáticamente mejora el gasto y se combate la corrupción; cuando el resultado más probable es simplemente, y una vez más, beneficiar a los que hoy más tienen.
6. El IMCO sostiene que como el TLCAN está bajo riesgo, es mal momento para subir impuestos a los de arriba. Sin embargo, poco tiene que ver nuestra política fiscal en el conjunto de los determinantes del comercio. Éste más bien tiene que ver con la integración de las cadenas globales de valor agregado y obedece más a otras variables como como la especialización tecnológica, la geografía, los costos de transporte y la integración de los mercados de factores. De hecho, si al IMCO le preocupa la negociación del TLCAN, una manera de avanzar en una renegociación exitosa sería precisamente subir el salario mínimo para que los salarios de los tres países vayan convergiendo, como lo dejó claro recientemente el primer ministro canadiense. E incluso, es una mala idea competir disminuyendo los impuestos con países que no tienen problemas de sostenibilidad fiscal y pueden contratar más deuda que nosotros.
7. Probablemente una de las justificaciones más débiles de la propuesta del IMCO es que exentar impuestos incrementa la formalización laboral. Esto quiere decir que, para el IMCO el único determinante de la informalidad es la evasión de impuestos. No sobra recordar que alrededor del 30 por ciento de los trabajadores del sector público son informales y esto no es por una estrategia fiscal. Lo que hoy sabe cualquiera que le interese el tema es que la informalidad es bastante más complicada que eso. Sabemos que el IMCO consistentemente cree que la informalidad sólo tiene una causa, y estas son los derechos de los trabajadores. En el pasado han defendido reformas laborales que quitan derechos a los trabajadores arguyendo que eso hará que haya más formalización. Esto no solo ha resultado falso, sino que ha evadido uno de los temas centrales de la informalidad: las empresas no son capaces de incorporar nuevos trabajadores porque no ha habido crecimiento económico. Las razones por las que nuestra economía ha crecido poco son muchas, pero lo que hemos visto de los periodos de crecimiento es que esto poco o nada tiene que ver con los derechos de los trabajadores o con las contribuciones fiscales. Si su argumento fuera sobre qué tipos de impuestos distorsionan más o menos el mercado laboral y no cuántos impuestos exentar, entenderíamos una preocupación genuina por la informalidad. Pero cuando plantean que las exenciones de impuestos en sí son buenas como si se tratara de una varita mágica, muestran que tanto sus compromisos ideológicos como sus compromisos políticos poco tienen que ver con mejorar la vida de los trabajadores, y mucho con justificar que las empresas no contribuyan lo que les toca.
El IMCO tiene razón, en parte, cuando dice que “en DD deliberan mucho sobre democracia, pero poco sobre economía”. Sí, deliberamos mucho sobre democracia porque para nosotros, la economía y la sociedad no puedan separarse una de la otra. La economía afecta la vida de las personas tanto como que la economía está constituída por la relaciones que existen entre las personas. Al deliberar sobre la democracia, deliberamos sobre la economía y viceversa. La economía no es asunto separado de la sociedad y las personas. Tratarla como si lo fuera solo revela el desprecio por quienes les ha tocado estar en la peor posición social en nuestro muy desigual país. Por ello, para que no se olviden de que la economía afecta a personas y a la democracia, están invitados a deliberar con nosotros.
P.D. 1 Democracia Deliberada no es anónima. Basta una simple búsqueda en Google para encallar en nuestra página, donde aparecen los nombres de quienes la integramos. Las reuniones son abiertas y están invitados a asistir, suelen llevarse a cabo los martes a las 8 de la noche. Los esperamos para cualquier aclaración extra.
P.D. 2
- Comunicado de respuesta de DD
- Respuesta de Margarita Zavala a DD
- Réplica al equipo de Margarita Zavala de DD
- Respuesta de IMCO a DD
- La contrarréplica de DD al IMCO es la que amablemente acaban de leer.