A gobernar se ha dicho (o para qué nos invitan)

Queridos amigos, simpatizantes, lectores, críticos, detractores, troles y bots, parientes cómodos e incómodos, codeliberantes en general:

¡Estamos de regreso! Volvemos tras unos meses de silencio después de que, frente a los ojos atentos de todo México, ocurrió lo inimaginable: en la era democrática de esta República, ganó la izquierda por primera vez. Ganó por un margen amplio, hubo, otra vez, una alternancia pacífica: la sociedad mexicana se volvió a politizar discutiendo temas de fondo, participó copiosamente en las urnas y así la democracia mexicana dio un salto más hacia su consolidación definitiva. Esta fue una buena navidad para todos, creyentes y no creyentes a la vez.

Para esta agrupación, todo el 2018 fue un año de constantes retos analíticos, organizacionales, discursivos (¿maromeros? nunca lo sabremos), emocionales y de planificación. En fin, fue todo eso que se espera de una etapa electoral para un colectivo de izquierda que, como este, cree en la acción partidista. En cuanto comenzaron las precampañas –y para misteriosa sorpresa de algunos–, Democracia Deliberada no dudó que tenía que apostar, junto con tantos otros mexicanos, por el triunfo electoral de la izquierda, contribuyendo desde sus trincheras ya conocidas. También nos resultó claro desde el primer día que debíamos abrir nuevos caminos de acción y, en general, construir un contexto para que la izquierda llegara fuerte y preparada para gobernar y gobernar bien, gobernar mejor, gobernar para todas y todos, gobernar para enfrentar los tantísimos problemas que aquejan a nuestro país.

Para eso, comenzamos por polemizar públicamente las propuestas preelectorales que consideramos más nocivas para la discusión pública del momento (el populismo fiscal de algunos de los frentes de derecha, por ejemplo). Acto seguido, revisamos el Proyecto de Nación de Morena, el cual discutimos con ojo crítico, con el fin de aclarar las ideas y estrategias del potencial nuevo gobierno. En el proceso electoral, quisimos advertir sobre la posible interferencia de una de las cúpulas empresariales, y llamamos a no cometer los errores del pasado, por lo que hicimos una breve campaña llamada “Sufragio Efectivo No intervención” . Continuamos tratando de fortalecer a la izquierda, haciendo preguntas públicas sobre temas polémicos (como la propuesta de amnistía). Asimismo, varios miembros y simpatizantes hicieron público su voto razonado como un ejercicio útil y propio de las etapas electorales, y colectivamente también lo hicimos en el texto “Una nueva esperanza: nuestro voto por AMLO y Morena”. Sin embargo, más allá del aporte directo de algunos de nosotros en la campaña de Morena y de otros más en la deliberación pública que acompañó las elecciones y la prensa, los medios y las universidades, creemos que nuestro mayor aporte fue la de los diálogos públicos que tuvimos con los equipos que hoy ocupan las secretarías de Estado. Quisimos enterarnos, entender, analizar y ayudar a mejorar los planes del gobierno de la izquierda por venir, de esa izquierda imaginada que ahora tenemos la oportunidad de construir entre todos. Fueron sesiones multitudinarias a las que probablemente más de uno de ustedes haya asistido y enriquecido con sus palabras. Muchas gracias.

Finalmente –y después del triunfo de Morena– algunos integrantes y simpatizantes de Democracia Deliberada decidieron unirse a los equipos de trabajo del nuevo gobierno, por lo que ahora –además de continuar con las actividades de siempre– tendremos la responsabilidad añadida de deliberar, vigilar, apoyar y fortalecer las contribuciones que nuestros compañeros, desde el servicio público, puedan dar para el avance de nuestras trece batallas. Por experiencia propia y ajena, sabemos que los servidores públicos suelen pasarlas duras y que implementar los cambios verdaderos requiere mucho más de lo que es capaz una sola persona. Por eso, apoyaremos crítica y solidariamente su trabajo e instituiremos el Premio Juan Escutia al Mérito Burocrático para recordar a todos esos héroes caídos que hayan dado la batalla patriótica para solo terminar en los peñascos. A los que les vaya bien, no les daremos ningún premio especial, excepto el de nuestra admiración y el recordatorio del artículo quinto de nuestra muy particular constitución moral: que la victoria suele acompañarse de amargura y la derrota se sobrevive con sentido del humor.

Imaginamos que cuando la izquierda no ha gobernado en tantos años, como es el caso, se emprende la tarea titánica de darle la vuelta a problemas heredados. Por eso, pasada la temporada electoral, aprovechamos para comunicar que continuaremos con nuestras actividades de siempre: volveremos a las andadas de desmenuzar argumentos propios y ajenos, polemizar ideas presentes en el debate público, comunicar opiniones atípicas de la izquierda necesaria, revisar lo que se dice y lo que se hace. A veces seremos autocríticos (“¿más delitos con Prisión Preventiva Oficiosa? Dios nos agarre confesados” o “Sobre la Guardia, ya escribimos contra la militarización, pero nos lleva el tren maya”), a veces debatiremos con el adversario como solemos (“¿Lo que falta es más neoliberalismo? ¿No menos? ¡Vuelve la burra al trigo!”) y en otras simplemente compartiremos nuestras reflexiones en voz alta (“¿Nueva política industrial? ¡Las 10 mejores estrategias para fortalecer las cadenas de valor y qué emoción el tema! ¡Obviamente!”).  En otras palabras, volvemos a la vida común y corriente, a la vida cotidiana de esta “brega de eternidad” (la poesía es de quien la trabaja), que significa seguir buscando a la izquierda imaginada que construya nuestra República deseada. Intentaremos, esta vez, hacerlo con más atisbo de realidad que nunca.

¡A gobernar se ha dicho!, ¡los seguimos invitando a nuestras sesiones! (ok, eso no merecía la exclamación, pero lo que sigue sí) y ¡por el bien de todos, primero los pobres!

Por una sociedad más redistributiva, más justa y más próspera,

Sufragio efectivo, no reelección.

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